Dones Recibidos

Llegue temprano a saludarte pues me sentí ausente, no se por qué temblaste y saliste huyendo de tu habitación, no olvidare tu rostro de extrañeza y ese llanto profundo y melancólico que emitiste poco tiempo después. Mi padre aunque trato de tranquilizarte cómo siempre, puso cara triste y preocupada, por lo que decidí salir y aislarme nuevamente.

Escuche que hablaban de mí, de lo que había hecho de mi vida y todas esas cosas, me enfade mucho, pero preferí ocultarme y no molestar para seguir escuchando, había voces femeninas que defendían mi postura y otras menos halagadoras y masculinas que hacían ver lo que realmente había hecho yo.

Me extraño que hablaran en pasado pero no quise refutar, de pronto se quejaron de que la habitación se había helado....¿frío?, no hace frío, yo no siento frío!!!-dije-. El movimiento de mesas y las vasos rotos que súbitamente se escucharon me hicieron sobresaltarme a mi también....el desconcierto fue mayúsculo, entre más trataba de tranquilizarlos, más perdían la cordura. No comprendí nada. Rosa salió corriendo y fue cuando me preocupe más, pues su rostro era ya, para ese entonces, el collage de la locura, el desvarío, la angustia y el.....miedo.

Corrí tras de ella siete cuadras, advirtiéndole del crucero de aquella esquina, implorándote detenerte pero apretaste más el paso y jamás divisaste el verde........Su rostro me impresionó demasiado, no había visto morir a nadie, pero más que la sangre que manaba de su cabeza, envolviendo viscosamente lo que supuse serían sus sesos, me impresionaron más sus ojos, pues estos eran reflejos del terror.

De pronto la luz de una vagoneta me iluminó a mi también quise gritar y no pude producir palabra alguna, el rechinido de las llantas me hizo pensar por un segundo, por solo un segundo que la camioneta se detendría, pero, no, no fue así. Lo extraño es que tampoco me paso nada seguí ahí de pié y la camioneta queda incrustada en un árbol, mientras una rama atravesaba el parabrisas y con él al conductor.

Comprendí todo, era yo entonces un ser que no podía constituir la palabra ser, sino más bien un espectro, un fantasma, un alma que sintió de pronto todo el odio y la repulsión posible, por quedar atrapado entre los dos mundos.

Camine a la iglesia más cercana (con el morbo tal de conocer “el efecto” que tendría al llegar), entré las puertas de madera; y enfrenté la imagen central del atrio, aquella cara sufrida y piadosa, dolida y piadosa, de comprensión y piadosa, y no sentí más que aversión, grite miles de reclamos y groserías para terminar sollozando mientras decía:
- Siempre me pregunte si existías, maldita manera la tuya infeliz bastardo, de hacérmelo saber de esta manera!!!!-
Escupí la imagen y decidí vengarme, decidí no ser el único en convertirme en ente, busque aquel que escuche antes criticarme y lo aturdí tanto con mis lamentos que disfrutaba y reía burlonamente al emitir, que lo hice caer por las escaleras, para observar el hueso de su rodilla salírsele y el crujir de sus dos o tres costillas que abruptamente se le quebraron, me sentí complacido. Haber, ¿Quién es el demente ahora?, ¿Quién perdió la cordura?, lo obligue, así, a quitarse la vida, a suicidarse, para entonces sí, sentir que era justa la condena celestial que había recibido sin juicio alguno, para sentir cada que mataba-mato-mataré que estoy de alguna manera vivo al tener la capacidad de hacer eso. Gracias dios (y lo digo irónicamente) por el don recibido.