Tuesday, December 08, 2015

LA PERSISTENCIA (e importancia) DE LA MEMORIA HISTÓRICA


El 28 de Octubre tuve la oportunidad de asistir a una mesa redonda (conferencia) relativa a los plagios en los trabajos historiográficos, a raíz de una invitación del Dr. Pedro Salmerón. Asistir como uno más, como si fuese un estudiante. Sin embargo eso no es lo relevante, hubo dos momentos, dos frases en las que el Dr. Bernardo Ibarrola preguntaba acerca de la importancia social de hacer historia… y decía: “para la sociedad no es tan importante el oficio de hacer historia como lo es la profesión de un cirujano”.

     Per se, lo anterior es una frase de gran certeza, sin embargo, me voy a permitir negar la afirmación anterior, quizá un poco por mi necedad, quizá un tanto por mi apasionamiento que tengo por la historia de mi país, su país -amable lector-, nuestro país.

     Es obvio afirmar que un historiador no impactará en salvar una vida, sin embargo es de vital importancia salvaguardar la memoria de un país. Un país como éste que carece de memoria, o bien cuya memoria ha sido manipulada; y que por tanto, permite que se sigan cometiendo todo tipo de agravios.

    Teniendo como premisa de que “el mejor profeta del futuro es el pasado” (1),  preservar la memoria, la historia, el recuerdo; es sumamente importante, permitirnos olvidar es un lujo, olvidar los recuerdos es perder nuestra identidad y fomentar, aún más, nuestro descrédito. Olvidar es coadyuvar en dejar que las cosas sigan igual.

     No podemos darnos el lujo de olvidar nuestro glorioso pasado prehispánico, no podemos olvidar los trescientos años en que fuimos Nueva España y se da el origen del mestizaje del cuál para muchos, fruto somos, no debemos olvidar nuestra lucha de independencia que aún sin la idea de formar un país, es más, aún sin otorgarle un nombre (México) se dio, no debemos olvidar las decenas, luego cientos, luego miles de personas que tomaron parte en esa lucha creyendo en palabras tan ambiguas como libertad y nación.

    ¿Por qué olvidar los primeros pasos de un País, que nació económicamente devastado, políticamente errado? ¿Por qué olvidar que inmediatamente fuimos intervenidos e invadidos por los imperios que buscaban sacar provecho de una pobre y nueva nación? ¿Por qué olvidar que perdimos la mitad de nuestro territorio como consecuencia de una guerra absurda en la que fuimos acarreados por las ambiciones expansionistas? ¿Por qué y para qué olvidar la férrea lucha que se dio para dar luz a una constitución? ¿Para beneficio de quién olvidar las duras batallas que sostuvimos para reactivar la economía de un país anquilosado por su clero?

     ¿Por qué olvidar los exterminios de pueblos enteros, los yaquis en el Norte y los mayos en el sur en pro de un mover a México de antaño? ¿Por qué permitirnos olvidar que en aras de posicionar la industria de un país, se fortalecieron las bases de una profunda radicalización social que trajo como consecuencia sumir en la miseria a un gran porcentaje de la población mientras que a una, cada vez, menor-minoría se hacía insultantemente rica?

     No comprendería el afán de olvidar la idea democratizadora de un tal Madero que buscó primero y consiguió después romper con el arraigo en el poder de un régimen casi dictatorial, supuestamente democrático en pantomima, pero que poco a poco se fue arranciando.

     No comprendería el afán de olvidar que a través de un pueblo en armas se logró terminar con los resquicios de toda una estructura de poder que quizá y solo quizá con un sustento político menos endeble de las figuras que tomaron provisionalmente el país, hubiese sido más estable, mayormente equitativo y más socializante.

     No entendería el afán de hacernos olvidar que un pueblo decidido y menospreciado incluso militarmente pueda llegar a triunfar, pueda llegar a cimbrar las bases, hasta sus entrañas más profundas de una oligarquía que a base de la primera revolución; la democrática, se hizo más bestial.

    ¿Por qué y para qué olvidar y no persistir en la memoria, que la revolución fue robada para y por beneficio de un grupo neo-burgués en el poder y que expuso la idea de una revolución difusa, hasta que la volvió institucional?

    La sola idea de una revolución institucionalizada es, en síntesis, un absurdo.

    ¿Por beneficio de quién o de quienes permitirnos olvidar que los logros de una expropiación petrolera, han sido ultrajados de forma constitucional?

    Sin entender los por qués  y para qués de lo anterior, -preguntas claves de cualquier historiador- , no podríamos asumir la actualidad y el futuro de un país que pese a tantas interrogantes saca a relucir su mayor virtud: la persistencia… Y es que también somos el producto de un pueblo sumamente tenaz, que pese a tantos arrebatos, agravios y ultrajes, se mantiene ahí, en la lucha.

     Así, respondiendo a las anteriores interrogantes es donde se rescata el pertinaz trabajo que hace una persona que preserva la memoria a través de hacer la labor subestimada de la historia.

     Y es que no debemos olvidar todas las luchas, las rabiosas peleas que hemos tenido como nación, para entender lo que somos como pueblo y sociedad.

     De esta manera la labor del historiador se transforma en esencia para no permitir que un pueblo muera en la aceptación dogmática de los hechos. De esta forma un historiador interviene quirúrgicamente en rescatar la memoria, para no olvidar, para no permitirnos que vuelva a pasar; para no permitirnos morir como país en la indiferencia… para persistir en la memoria… y hacernos pensar que algún día nuestra lucha, tendrá un efecto positivo definitivo.

1 comment:

Alexander Strauffon said...

¡Sigues activo! Eso es bueno. Ocasionalmente pasaba por aquí a ver.

Que estés bien, saludos.