El 28 de Octubre tuve la
oportunidad de asistir a una mesa redonda (conferencia) relativa a los plagios
en los trabajos historiográficos, a raíz de una invitación del Dr. Pedro
Salmerón. Asistir como uno más, como si fuese un estudiante. Sin embargo eso no
es lo relevante, hubo dos momentos, dos frases en las que el Dr. Bernardo Ibarrola
preguntaba acerca de la importancia social de hacer historia… y decía: “para la
sociedad no es tan importante el oficio de hacer historia como lo es la
profesión de un cirujano”.
Per se, lo anterior es una frase de gran
certeza, sin embargo, me voy a permitir negar la afirmación anterior, quizá un
poco por mi necedad, quizá un tanto por mi apasionamiento que tengo por la
historia de mi país, su país -amable lector-, nuestro país.
Es obvio afirmar que un historiador no
impactará en salvar una vida, sin embargo es de vital importancia salvaguardar
la memoria de un país. Un país como éste que carece de memoria, o bien cuya
memoria ha sido manipulada; y que por tanto, permite que se sigan cometiendo
todo tipo de agravios.
Teniendo como premisa de que “el mejor
profeta del futuro es el pasado” (1),
preservar la memoria, la historia, el recuerdo; es sumamente importante,
permitirnos olvidar es un lujo, olvidar los recuerdos es perder nuestra
identidad y fomentar, aún más, nuestro descrédito. Olvidar es coadyuvar en
dejar que las cosas sigan igual.
No podemos darnos el lujo de olvidar
nuestro glorioso pasado prehispánico, no podemos olvidar los trescientos años
en que fuimos Nueva España y se da el origen del mestizaje del cuál para muchos,
fruto somos, no debemos olvidar nuestra lucha de independencia que aún sin la
idea de formar un país, es más, aún sin otorgarle un nombre (México) se dio, no
debemos olvidar las decenas, luego cientos, luego miles de personas que tomaron
parte en esa lucha creyendo en palabras tan ambiguas como libertad y nación.
¿Por qué olvidar los primeros pasos de un
País, que nació económicamente devastado, políticamente errado? ¿Por qué
olvidar que inmediatamente fuimos intervenidos e invadidos por los imperios que
buscaban sacar provecho de una pobre y nueva nación? ¿Por qué olvidar que
perdimos la mitad de nuestro territorio como consecuencia de una guerra absurda
en la que fuimos acarreados por las ambiciones expansionistas? ¿Por qué y para
qué olvidar la férrea lucha que se dio para dar luz a una constitución? ¿Para
beneficio de quién olvidar las duras batallas que sostuvimos para reactivar la
economía de un país anquilosado por su clero?
¿Por qué olvidar los exterminios de
pueblos enteros, los yaquis en el Norte y los mayos en el sur en pro de un
mover a México de antaño? ¿Por qué permitirnos olvidar que en aras de
posicionar la industria de un país, se fortalecieron las bases de una profunda
radicalización social que trajo como consecuencia sumir en la miseria a un gran
porcentaje de la población mientras que a una, cada vez, menor-minoría se hacía
insultantemente rica?
No comprendería el afán de olvidar la idea
democratizadora de un tal Madero que buscó primero y consiguió después romper
con el arraigo en el poder de un régimen casi dictatorial, supuestamente
democrático en pantomima, pero que poco a poco se fue arranciando.
No comprendería el afán de olvidar que a
través de un pueblo en armas se logró terminar con los resquicios de toda una
estructura de poder que quizá y solo quizá con un sustento político menos
endeble de las figuras que tomaron provisionalmente el país, hubiese sido más
estable, mayormente equitativo y más socializante.
No entendería el afán de hacernos olvidar
que un pueblo decidido y menospreciado incluso militarmente pueda llegar a
triunfar, pueda llegar a cimbrar las bases, hasta sus entrañas más profundas de
una oligarquía que a base de la primera revolución; la democrática, se hizo más
bestial.
¿Por qué y para qué olvidar y no persistir
en la memoria, que la revolución fue robada para y por beneficio de un grupo
neo-burgués en el poder y que expuso la idea de una revolución difusa, hasta
que la volvió institucional?
La sola idea de una revolución
institucionalizada es, en síntesis, un absurdo.
¿Por beneficio de quién o de quienes
permitirnos olvidar que los logros de una expropiación petrolera, han sido
ultrajados de forma constitucional?
Sin entender los por qués y para qués de lo anterior, -preguntas claves
de cualquier historiador- , no podríamos asumir la actualidad y el futuro de un
país que pese a tantas interrogantes saca a relucir su mayor virtud: la
persistencia… Y es que también somos el producto de un pueblo sumamente tenaz,
que pese a tantos arrebatos, agravios y ultrajes, se mantiene ahí, en la lucha.
Así, respondiendo a las anteriores
interrogantes es donde se rescata el pertinaz trabajo que hace una persona que
preserva la memoria a través de hacer la labor subestimada de la historia.
Y es
que no debemos olvidar todas las luchas, las rabiosas peleas que hemos tenido
como nación, para entender lo que somos como pueblo y sociedad.
De esta manera la labor del historiador se
transforma en esencia para no permitir que un pueblo muera en la aceptación
dogmática de los hechos. De esta forma un historiador interviene
quirúrgicamente en rescatar la memoria, para no olvidar, para no permitirnos
que vuelva a pasar; para no permitirnos morir como país en la indiferencia…
para persistir en la memoria… y hacernos pensar que algún día nuestra lucha,
tendrá un efecto positivo definitivo.